↓
 ↓
¿Esto es arte? ¿O es una prisión digital? No estoy seguro, pero sé que es espeluznante*. Sobre Beth Frey

Reseña

¿Esto es arte? ¿O es una prisión digital? No estoy seguro, pero sé que es espeluznante*. Sobre Beth Frey

por Nicolas Barraza

En Pamela Weissenberg

->

Tiempo de lectura

6 min

Their minds are out on bail now, and real is only what it seems, and all the puppets in this digital jail”, canta Laurie Anderson en The Puppet Motel, canción que inspira y titula parcialmente la exposición de la artista canadiense Beth Frey, Meet me at the puppet motel, en el nuevo espacio conceptual Pamela Weissenberg. Creado por Pamela Echeverría (fundadora de la galería LABOR) y Rudy F. Weissenberg (socio y co-fundador de AGO Projects), el espacio tiene como misión ser crítico y abierto a discusiones y reflexiones sobre lo que sucede en la actualidad. La propuesta resuena con lo que dijo la curadora Catherine David alrededor de 1997, en el contexto de documenta X, quien hizo un llamado a un compromiso crítico con las problemáticas sociales, políticas, económicas y culturales de la época.

El espacio, ubicado en el jardín de la galería LABOR, se diseñó intencionalmente a escala íntima*1, buscando provocar una reacción más profunda en el espectador. Asimismo, resulta claro por qué es Beth Frey la artista que inaugura el pabellón: es conocida por abordar temas como el género, el cuerpo, las redes sociales y la salud mental, a través de su disparatado, caricaturesco y retorcido sentido del humor. Para esta exposición, la artista presenta una serie de diez acuarelas y un video, en los cuales aprovecha la tecnología como herramienta creativa, más en específico DALL-E y Nightcafe, aplicaciones gratuitas que generan imágenes a través de texto, mediante el uso de Inteligencia Artificial.

Vista de exposición. Beth Frey, "Meet Me At the Puppet Motel", 2022. Cortesía de Beth Frey y Pamela Weissenberg.
Vista de exposición. Beth Frey, "Meet Me At the Puppet Motel", 2022. Cortesía de Beth Frey y Pamela Weissenberg.

Los personajes que presenta Frey pertenecen al mundo que ha ido confeccionando a lo largo de su carrera, un grotesco y peculiar universo donde habitan extrañas figuras que desafían y se liberan de las rancias expectativas tradicionales sobre el género, la sexualidad y el cuerpo. Las imágenes son tan desconcertantes como provocadoras, son envolventes y cautivantes: una inquietante y colorida pesadilla. Me recuerdan a la delirante y abrumadora sensación que producen las pinturas de Cecily Brown y Fernando Zarur; hay tanto sucediendo, tantos lugares hacia donde voltear, y es en aquella confusión que el tiempo parece detenerse y uno trasladarse al mundo propuesto por los artistas.

Pienso en el momento en el que uno desbloquea el celular y entra a las redes sociales; enfrascados, el tiempo pasa sin darnos cuenta. Ya no se está en el mismo lugar. De pronto, nos encontramos atrapados en un artificioso universo digital al cual todos somos adictos. Aquí juega un papel muy importante la dimensión ya mencionada del espacio, que facilita la inmersión al distorsionado mundo de Frey. El espectador es enganchado instantáneamente y el tiempo se olvida, se detiene o se ignora. Esta entrada inmediata a su imaginario es algo que había experimentado pocas veces de manera tan efectiva. Anteriormente, me sucedió al ingresar a The Beanery (1965), una obra de Edward Kienholz para la cual replicó a escala humana un bar de Los Ángeles (incluyendo los sonidos y olores) y dentro del cual todos los individuos tenían un reloj en lugar de rostro; en otra ocasión, al visitar we still here, there (2018), una instalación site-specific de Lauren Halsey en el MOCA, la cual fungió como un archivo visual de la vida diaria en los barrios del sur/centro de Los Ángeles. Frey es tan puntual y asertiva en las imágenes que presenta que no es necesaria una instalación monumental para adentrarse en aquel borroso y grotesco lugar.

Beth Frey, baddie poo and the pom that got everything, 2022. Acuarela sobre papel, 56 x 76 cm. Cortesía de Beth Frey y Pamela Weissenberg.
Beth Frey, baddie poo and the pom that got everything, 2022. Acuarela sobre papel, 56 x 76 cm. Cortesía de Beth Frey y Pamela Weissenberg.

Aquellas figuras de cuerpos distorsionados, extremidades incompletas y rostros desfigurados, que la artista pone en sus acuarelas, me indujeron a reflexionar por varios días sobre el estado actual de la sociedad en cuanto a la cirugía estética y los extremos a los que puede llegar. ¡Qué común se ha vuelto el moldear y alterar el cuerpo y el rostro dependiendo de lo que es tendencia o de lo que es considerado bello/atractivo en cierto momento! Y ya ni hablar de la manipulación digital.

Ya estamos en aquella prisión digital de la que cantaba Anderson, la cual mantiene a la sociedad a merced de la fama instantánea y efímera de las redes sociales. Existe una pérdida de juicio y criticidad hacia lo que puede ser perjudicial para la salud, todo bajo la obsesión de viralizar información para encontrar una vana validación social; como el tiktoker Nikocado Avocado, conocido por sus videos muk-bang donde come cantidades brutales de comida chatarra que lo ha llevado al extremo de engordar 100 kilos ante una audiencia que no puede dejar de mirar.

Por otro lado, el creciente uso de la Inteligencia Artificial como herramienta creativa es un tema un tanto controversial y poco regulado aún. A Jay Z le pasó hace un par de años que YouTube se negó a bajar un video en donde el rapero recitaba a Shakespeare y donde el audio fue creado por AI. El debate entre originalidad y autoría es constante. Por otro lado, es interesante la reflexión en torno a la relación entre máquina y ser humano, entre códigos y emociones, y su capacidad para potenciar una obra de arte, como Omnia per Omnia de Sougwen Chung, una serie de pinturas colaborativas entre la artista y unos pequeños robots programados para pintar el flujo de gente en una ciudad. Sin embargo, estas tecnologías también banalizan el concepto de creatividad, como es el caso del billonario Reid Hoffman, co-fundador de LinkedIn, que ha subastado una serie de NFTs en Solana, la cual creó utilizando DALL-E 2 *2.

Vista de exposición. Beth Frey, "Meet Me At the Puppet Motel", 2022. Cortesía de Beth Frey y Pamela Weissenberg.
Vista de exposición. Beth Frey, "Meet Me At the Puppet Motel", 2022. Cortesía de Beth Frey y Pamela Weissenberg.

Ante este panorama, se vuelve necesario y prudente el sentido del humor de Frey y su estupendo uso de la AI para potenciar su obra y, al mismo tiempo, abrir una fuerte discusión en torno a la misma. Hay muchas sensaciones y pensamientos que me surgieron al salir del pabellón y, con el paso de los días, el mundo de Beth me deja más preguntas que respuestas. Es aterrador saber que aquel retorcido lugar es producto de la realidad que nos hemos construido. “Cause they don’t know what’s really real now, they’re having fourth dimensional dreams”, canta Anderson.

Nicolas Barraza

*El título del artículo fue generado utilizando Rytr, plataforma gratuita que utiliza la AI para generar textos.

1: Nota de prensa de Pamela Weissenberg sobre Meet me at the puppet motel de Beth Frey.

2: En la entrevista a Hoffman en Bloomberg, Reid Hoffman’s AI-Powered Solana NFTs, el billonario menciona que no es necesario tener habilidades creativas visuales para crear algo en DALL-E.

Publicado el 28 sep 2022