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Sobre 'Para Morelio'

Ensayo

Sobre 'Para Morelio'

por Rocío Cárdenas Pacheco

Exposición colectiva en PEANA

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7 min

En la Galería PEANA de la ciudad de Monterrey, Nuevo León, desde septiembre y hasta enero del 2022, se presenta la exposición Para Morelio, dedicada al muñeco de tez blanca como el marfil, del amado niño de Múzquiz, Coahuila, Julio Galán.

El eje central de la muestra plantea una relectura de su obra, a la vez que ambiciosamente intenta revisar la historia de la pintura neomexicana. La curaduría estuvo a cargo de Deslave (Mauricio Muñoz y Andrew Roberts) y Ana Pérez Escoto. La perspectiva queer es la aportación más interesante y valiosa, debido a que el nivel historiográfico se queda corto. Incluso, Para Morelio llega a rozar en el reduccionismo desde el cual se ha leído a este artista desde hace más de tres décadas: en el ámbito local regiomontano, el conservadurismo y la representación del cuerpo desde la obra de Julio Galán se han analizado como si él hubiera sido el único artista interesado en el tema. En primer lugar, por ser un dandy perteneciente a la élite san petrina, en segundo, porque incluso desde su propio contexto nunca fue aceptado completamente, prueba de ello es su éxito fuera de Monterrey.

Esta doble tensión dejó fuera de las narrativas historiográficas a muchxs otrxs creadorxs que durante la década de los ochenta y noventa, al igual que él, crearon obras bajo la dinámica de la sexualidad en diferencia, sólo por dar unos ejemplos: Rosa Ana Garza, Juan Caballero, Juan Alberto Pérez Ponce y Juan José González.

Un factor en contra de esta muestra es la nula presencia de artistas jóvenes locales, lo que aparece como una obviedad, sin embargo, remarca la falta de interés en la situación local, donde existen lagunas sobre el discurso estético relacionado a la identidad sexual y a los modelos no binarios de género.

Este punto me parece crucial para no seguir haciendo círculos en el piso sobre la omnipresencia de Julio Galán como único artista presente en la historia del arte en Monterrey. Además, él fue un privilegiado en términos de clase, educación y presencia social desde el espacio territorial que todo lo exime: el municipio San Pedro Garza García.

Les propongo algo: viajemos en el tiempo. Situémonos al principio de la década de los noventa; imaginemos por un momento a Julio entrando al glamoroso al Kokoloko*1, acompañado por Mara Sepúlveda o Zulema Olivares, ataviados de vampiros o llenos de cadenas en el cuello, abriendo la pista o incluso pinchando viniles de George Michael de los álbumes Faith o Listen Without Prejudice. Le gustaba correr a toda velocidad sobre la Avenida Constitución al volver a su casa y a primera hora de la mañana detenerse en el súper Mode para que su chofer bajara a comprarle unas Zucaritas y leche. Amaba que lo recibieran con la mesa puesta para desayunar con Morelio, sentado a la cabecera. Cerraba la velada viendo los primeros rayos del sol desde su departamento en Chipinque. La figura de Julio Galán desde el contexto local, tanto ficcional como real, permite leer su trabajo descentrándolo del “deber ser” del neomexicanismo, lo cual es un acierto en esta exposición.

Sin embargo, Para Morelio no sólo se queda corta en términos historiográficos, también –lamentablemente, en lo que para mí es más grave– en la mala calidad de factura de las obras. Por otra parte, esta exposición desde sus planteamientos propone un acompañamiento de las obras de Galán, pero resulta ambigua; lxs artistas desaprovecharon la oportunidad de convivir de una forma mucho más interesante y crítica con estas piezas, en términos que pudieran generar diálogos más amplios con la comunidad artística local.

Julio Galán, Todo sucede de verdad, Colección privada. Foto: Michelle Lartigue. Cortesía del artista y PEANA
Julio Galán, Todo sucede de verdad, Colección privada. Foto: Michelle Lartigue. Cortesía del artista y PEANA

Me sentí triste ante esto, la muestra me dio la sensación del fin de una fiesta, pero sin mucho que recordar. En especial, porque ningunx de lxs artistas jóvenes era de por aquí, todxs venían de fuera. En palabras del investigador Iván Acebo Choy: “el término queer desde la teoría es una discusión que desde lo contemporáneo apela por la inclusión. A partir de su contexto histórico, a principios de la década de los ochenta, tuvo un origen muy fraccionado: mujeres lesbianas, luego preponderó en hombres gays, y de allí se fue decantando en diversas discusiones a medida que la interseccionalidad se popularizaba. Pero hoy, a veces, se habla de queer como un término sombrilla que teoriza una diversidad de identidades o subjetividades antiheteronormativas. Y otras más, es una letra más en el espectro LGBTQ+”*2.

Las miradas queer apelan a una discusión abierta con abismos segmentacionales que buscan muchas cosas y, en muchos casos, como sucede en esta muestra, no configuran preguntas críticas en torno al contexto queer de lxs espectadores, a sus referencias locales o a sus problemas al acceder a producciones donde hay privilegio, como el que Julio Galán tuvo a lo largo de toda su vida como artista.

Lamento ser reiterativa, pero este es un problema grave en la historiografía local que se extiende a un momento de inflexión fundamental para poder establecer un punto fuera del privilegio de apellidarse Galán. Si esta exposición no fue organizada por sus legitimadores del pasado (Guillermo Sepúlveda, por ejemplo), entonces, ¿por qué quedarse tan cortos?, ¿por qué no operar de forma más radical?, ¿por qué desaprovechar la fiesta y mostrarse desde discursos cómodos, desde lugares comunes y tan seguros?

Galán era autoexigente, en términos extraordinarios. La presentación de una escultura de arcilla de Ana Segovia, You are gonna end up with me, 2021, de un mariachi con una pintura metida en el culo, tal vez le provocaría una carcajada, por ser una crítica a un ícono como es el mariachi en el movimiento conocido como neomexicanismo.

Lxs artistas Rafa Esparza, Romeo Gómez López, Barbara Sánchez-Kane, Ana Segovia y Frieda Toranzo Jaeger dialogan desde tres apartados, los cuales analizan la obra de Galán: el género como artificio, la indumentaria desde la indeterminación y lo performático y, en último lugar, estrategias pictóricas, entre las que sobresalen los juguetes, objetos y collage utilizados con la intención de desdoblar las nociones tradicionales de identidad sexual.

Rafa Esparza, Tanta curva, 2021. Foto: Michelle Lartigue. Cortesía del artista y PEANA
Rafa Esparza, Tanta curva, 2021. Foto: Michelle Lartigue. Cortesía del artista y PEANA

Rafa Esparza utiliza adobe sobre el suelo para realizar retratos de personas queer cuya ascendencia es mestiza, lo cual sugiere una lectura desde una acción de empoderamiento al mostrarnos su vestimentas, destacando que el mismo color del adobe se mimetiza con el color de la piel de los protagonistas.

Bárbara Sánchez-Kane muestra una escultura y una pintura hechas con carnaza, que evocan las vestimentas. Las esculturas de Romeo Gómez López, realizadas principalmente en acrílico azul transparente, me parecieron lo más logrado de la muestra en términos efectistas y espaciales, debido a que incluyen una instalación musical que llama al espectador a encontrarse con estos objetos-esculturas-juguetes.

Romeo Gómez López, Reina del baile, 2021 y Hora de la Jotilencia, 2021. Foto: Michelle Lartigue. Cortesía del artista y PEANA
Romeo Gómez López, Reina del baile, 2021 y Hora de la Jotilencia, 2021. Foto: Michelle Lartigue. Cortesía del artista y PEANA

Frieda Toranzo Jaeger es una pintora que muestra coches, paisajes y bordados en escenarios no convencionales con la intención de convertirse en seductoras vaginas en medio de los parabrisas. También representa fluidos con hilos de colores toscamente hilvanados en los lienzos.

Frieda Toranzo Jaeger, Díptico, 2019. Foto: Michelle Lartigue. Cortesía de la artista y PEANA
Frieda Toranzo Jaeger, Díptico, 2019. Foto: Michelle Lartigue. Cortesía de la artista y PEANA

Para Morelio me quedó a deber en términos de factura y de propuesta discursiva. Fue un buen esfuerzo, pero para irrumpir sin jerarquías en la escena del arte queer se necesita que la irreverencia esté acompañada de obsesión, compromiso, ambición y ganas de acabar la fiesta con una sensación memorable. Ver a los demás desde una situación crítica que se disponga a superar la broma, la jotilencia y el lugar común.

— Rocío Cárdenas Pacheco

*1: Discoteca regiomontana sobre Padre Mier entre Pino Suárez y Cuauhtémoc. Contaba con tres pisos, en el primero tocaban pop, en el segundo música electrónica y en el tercer piso música rock.

*2: Dr. Iván Acebo Choy (Doctor en Ciencias sobre Artes por la Universidad de la Habana) su proyecto de investigación más reciente busca analizar las nuevas dinámicas visuales que los artistas queer contemporáneos utilizan para la construcción de la alteridad sexual, con el fin de aproximarse a una historiografía queer latinoamericana y caribeña. Es también curador independiente. Comentarios tomados de la entrevista realizada para revisar contenido del libro “Los Juanes antagonistas del cuerpo en diferencia” 12 de diciembre de 2021.

Publicado el 6 ene 2022