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Michael Sailstorfer

Michael Sailstorfer

Clearing

Exposición

-> 7 feb 2023 – 1 abr 2023

Proyectos Monclova

hoy abierto 11:00AM 5:00PM

Proyectos Monclova presenta Clearing del artista Michael Sailstorfer.

Árboles engarzados metálicamente. A propósito de Clearing

La naturaleza como tema nos ocupa con urgencia en esta contemporaneidad. Hay una sensación generalizada de devastación, de crisis inminente, de catástrofe. Parece que estamos ante el riesgo de que la vida en el planeta deje de ser tal y como la conocemos, de que se extinga este modo de ser de lo vivo. La naturaleza nos aparece como vulnerable y amenazada. Ante esa urgencia y sensación las respuestas son múltiples, plurales y completamente carentes de consenso.

¿Cuál es el lugar que ocupa la naturaleza en nuestro mundo? Entre mercancía, útil, objeto de cambio, materia prima, recurso natural, paisaje, parque, ecosistema... La naturaleza ha dejado de ser lo inmediato, lo incuestionado, lo que damos por sentado asumiendo que está simplemente allí y que es de una potencia inmensa como para ser alterada por lo humano; y ha pasado a ser aquello a lo que tenemos que darle un lugar, dejarle un sitio, procurarle y salvaguardarle tanto de lo humano como de los desequilibrios que la actividad humana genera en el planeta.

Una naturaleza amenazada, ese es uno de los temas ineludibles de nuestro tiempo; o bien naturalezas en vías de extinción, porque hay muchos más modos de ser de lo natural y de lo vivo que aquello que consideramos y contemplamos, que aquello por lo que frenéticamente nos preocupamos. Lo vivo se dice de muchas maneras y en esa multiplicidad irreductible, incluso innombrable lo vivo se abre y expande mucho más allá de nuestras precarias redes de cuidado. ¿Qué es lo que vemos y nombramos desde un determinado punto? ¿Qué es lo que nos importa y desde cuándo?

Hay que pensar la manera en la que el árbol aparece como arte: producir plataformas de visibilidad y presentar allí lo que (a veces) nos interesa, en lo que habremos de demorarnos (por instantes). Llevar lo vivo a la plataforma. Pero no desde cualquier lugar, porque ya no es lo vivo del paisaje bucólico, no es lo vivo de la representación plástica luminosa, no es el árbol en la exuberante selva, no es el árbol en el tupido bosque. La plataforma de visibilidad que produce el arte contemporáneo permite cuestionar lo vivo desde los entrecruces en los que se da en estos

tiempos. Lo vivo aparece entonces en su fragilidad, en su materialidad, en su muerte. Un mundo invertido en el que los árboles muertos giran de cabeza sin danzar. Giran mecánicamente, rotomotor que decide sus movimientos, hacia ningún lado.

La naturaleza está aquí entrelazada con lo técnico, y lo técnico es aquello de lo que ya no puede escapar. Aquí y ahora ya no hay naturaleza que se dé al margen de lo técnico. Hay que entenderla, entonces, atravesada por las tecnologías, de la informática a la biotecnología a la ingeniería; atravesada por aquello que también la amenaza. Árboles engarzados metálicamente al rotomotor que decide sus movimientos, que los coloca al revés porque están dislocadas en la instalación la gravedad que les ha hecho crecer hacia el cielo y la espacialidad que ha informado al organismo para que se desarrolle verticalmente, espigadamente cubierto de puntas altivas. No hay arriba y no hay abajo, como si el orden se hubiera disipado, como si el espacio apareciera siendo el resultado de nuestras acciones y disposiciones.

Árboles muertos, secos, que van perdiendo de a poco sus ramas, sus acículas desperdigadas en el piso, que se van convirtiendo en polvo, que van desapareciendo.

Esto no es un bosque. Esto no es un jardín. Aquí nada respira. Aquí hay árboles-máquina que no tienen trato con lo otro, que no tienen mundo, que no

son cabe el pájaro, cabe el liquen, cabe el viento y el cielo. Desenraizados, sin tierra, sin lugar, de aquí para allá, presentados como objeto-obra de

arte. Árbol que en su ser muerte interpela desde un sonido maquinal haciendo que surjan audibles las preguntas que sobre todo tenemos que hacernos si es que hemos de ser capaces de seguir habitando en la naturaleza, si es que sabremos dar a la naturaleza algún día un lugar no como lo que contemplamos allá afuera, lejos, en un bosque oscuro, sino como lo que forma parte de nuestra cotidianidad, en lo que andamos todos los días y sin lo que nunca podríamos estar.

Ahora lo más simple se puede preguntar, ¿qué es un árbol? ¿Qué? Y luego, ¿qué es lo que (nos) sucede una vez que el árbol realmente acontece?

Aparece Quizá por primera vez. Un árbol. Este árbol. ¿Qué es? ¿De dónde viene? ¿A dónde llega? ¿Cuál fue su bosque? ¿Por qué está aquí? ¿Y yo?

La obra Forst es una invitación a habitar cabe el árbol.

— María Antonia González Valerio