Cuando escuchamos una canción, vemos una película, o jugamos un videojuego, estamos convirtiendo experiencias en recuerdos. Pero qué se puede hacer con estos recuerdos? O mejor, ¿que nos es permitido hacer con esos recuerdos en un mundo de monopolios de imaginários? De poco en poco las plataformas culturales reestructuran a su voluntad nuestra libertad e intimidad con los medios con los cuales mantenemos lazos afectivos. Justo estos medios que tenemos más cercanos nuestros corazones, los que mejor conocen nuestras cualidades y defectos, aquellos a los cuales hemos recorrido cuando ningún humanx podría hacerse caso: qué es lo que nos resta además de consumirlos pasivamente esperando el momento el cual estos contenidos se hundirán para siempre en las profundidades de la datosfera?
— Lucas Lugarinho